martes, 9 de junio de 2009

PARTICIPACIÓN CIUDADANA Y DEMOCRACIA:
UNA FORMA DE EJERCICIO DE LOS DERECHOS HUMANOS

Ricardo Valverde Gómez (*)

" Mientras haya en la tierra
un sólo hombre que cante,
quedará una esperanza
para todos nosotros "

Gabriel Celaya


ALGUNAS REFLEXIONES INICIALES SOBRE LA HUMANIDAD DEL DERECHO

Como profesor universitario de muchos años, pero ante todo como ciudadano, agradezco y celebro la invitación que me formularan la Cátedra “Emma Gamboa Alvarado” de la Facultad de Educación de la UCR y el Tribunal Supremo de Elecciones, para compartir con ustedes algunas ideas en torno del tema que nos reúne: la participación ciudadana, y agrego yo, su comprensión en clave de ejercicio de los derechos humanos. Por todas las razones apuntadas, es claro que esta temática, además de ser de mi más vivo interés, también me incumbe.

Me incumbe porque es una oportunidad para reflexionar sobre algunas de las aplicaciones que tiene esta materia fascinante que es el Derecho; aunque importa también, porque abre perspectivas diferentes del trabajo que se hace desde diversas expresiones de la sociedad civil. Pero me incumbe más que nada, porque es una oportunidad para intercambiar ideas sobre los alcances que tiene la teoría y la práctica de los derechos humanos, con gente que le interesa conocerlos mejor y luchar por su defensa y plena realización.



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(*) Abogado costarricense. Especialista en Derecho Internacional (Universidad de Costa Rica) y en Derechos Humanos (Universidad de Chile). Consultor del Centro de Asesoría y Promoción Electoral (CAPEL) del Instituto Interamericano de Derechos Humanos. Las opiniones del autor son reflexiones académicas personales y no comprometen institucionalmente al IIDH/CAPEL.


No dejo de compartir con mis estudiantes, que en la actualidad es mucho más fácil, comprensible, y para algunos hasta legitimo, hablar de derecho internacional, del vínculo fecundo y rico que existe entre esta materia y el derecho interno de los Estados, y por supuesto, hablar de derechos humanos. Quienes tenemos más de dos décadas de contacto con estos asuntos, podemos atestiguar los pulsos y las batallas que ha sido necesario librar, para estar hoy en este punto.

Basta con ver el mundo globalizado en que vivimos para saber porqué ya no hace sentido cuestionar la existencia o juridicidad del Derecho Internacional o pensar que los derechos humanos son, como se planteaba antes, cortesía internacional o bien concesiones graciosas que hacían los Estados a las personas. Además de ser hoy ciudadanos más globales en cuanto al acceso a la información y a la cotidianidad planetaria de lo bueno y malo que tenemos en el mundo, lo somos también en cuanto a la conciencia y respeto de los derechos humanos. Hoy los costarricenses somos más sensibles a la protección y defensa de nuestros derechos fundamentales, y tenemos una Constitución Política que es más cercana a la gente y que recoge las principales expresiones de los derechos humanos, pero que no los agota, pues en el derecho penal, laboral, en la salud, en la educación y en otros muchos campos estos también tienen realización. Ya no concebimos a Costa Rica y a la vida de los costarricenses sin la existencia y funcionamiento de la Sala Cuarta o la Defensoría de los Habitantes, instituciones ambas que no existían hace relativamente pocos años, antes de la década de los noventa del siglo pasado.

Si se me permite la licencia (no tan ficticia) de comparar el Derecho con la vida misma, vamos a encontrarnos significativas e interesantes similitudes. El Derecho no es sólo normas, sólo hechos o sólo valores, sino que es una combinación tridimensional y armoniosa de todos esos factores; es un producto cultural, y entendemos por tal, una creación de, por y para los seres humanos. Es algo vivo, dinámico, con tendencia al progreso (hasta que por efecto de la dialéctica que le caracteriza se vuelve a veces pesado, ineficaz o retardatario y entonces necesita remozarse y reformularse total o parcialmente). Por eso decimos con convicción y sin traumas, que es como la vida; pero….”no es la vida lo que hay que estimar principalmente….”, decía el sabio Sócrates, “…sino la buena vida”.



Razón entonces para entender que lejos de ser como una foto, o como un código escrito sin alma, o como un valor etéreo que se proclama pero no se puede disfrutar, el Derecho es una invitación constante a la construcción de ese espacio de realización que nos da como producto final más justicia, más equidad, más paz, más felicidad, más bienestar o más realización.

Pero el viejo Derecho en general, como producto de la cultura que es – o sea, resultado del quehacer humano –, tiene miles de años de estar en este mundo y ha pasado por formas muy diversas: desde la imposición del equilibrio brutal y a veces despiadado expresado por el Código de Hamurabi y su famoso “ojo por ojo , diente por diente” de origen semítico, pasando por el Derecho Natural que al identificarse básicamente con valores fue mutando desde sociedades antiguas como la griega y romana, a la razón divina que propugnaban los Padres de la Iglesia o el racionalismo de Rousseau que fue un antecedente junto con los enciclopedistas de las ideas libertarias de la Revolución Francesa, hasta tiempos más recientes en los que privaron el positivismo que endiosó la norma vigente antes que los valores, o aparecieron doctrinas con vocación más sociológica o abiertamente socialistas que apelaban al valor histórico del quehacer jurídico como una emanación necesaria de su propio tiempo y sociedad a la que sirve.

Si esa reflexión sirve para entender la misión del Derecho entre los seres humanos, con mucho más razón es válida si nos interesa afinar todavía más el entendimiento y conocer aquella rama de lo jurídico que se asocia con la dignidad humana. En efecto, y aun a riesgo de que el resto de estas ideas resulten redundantes para ustedes, es importante clarificar desde ahora que los derechos humanos no son otra cosa que eso: los derechos de la dignidad humana.

Y esto resulta entonces una muy buena excusa para no ahondar en detalle los contenidos o contornos de la participación ciudadana, pues seguramente mis colegas de la mesa lo habrán hecho o lo harán mejor que yo. Es una buena excusa para valorar entonces la participación ciudadana en su contexto mas amplio, como un ejercicio de derechos humanos, pero pasando por los terrenos democráticos y su perfil práctico que es la calidad de la democracia






A entender la democracia que tenemos y a diseñar la que nos falta….

En torno a la noción de democracia y de sus diversas formas de ejercicio, hay cientos de años de una añeja reflexión, y modernamente, esfuerzos de abordaje que orientan su interés hacia formas en que la realidad democrática se puede estudiar o ilustrar por medio de indicadores o de formatos de medición. De los tiempos de la Grecia antigua de la polis bucólica - donde los ciudadanos activos en esta forma de expresión política eran hombres, libres y con determinados recursos – a nuestros días, las cosas han cambiado. Hoy existen ciertas figuras conexas con la democracia, que respondiendo a esquemas sociológicos y éticos complementarios (enfoque de género, estado de derecho, Derechos Humanos, amplitud de la noción de ciudadanía, tipo de eslabón que tienen los países en la cadena del desarrollo, etc.), nos obligan a valorarla de una manera sustancialmente diferente.

Lo anterior reitera la idea básica de que el Derecho es un producto cultural, y que por lo tanto, cualquiera de sus expresiones – como es el caso de los Derechos Humanos – siempre está referida a un determinado tiempo y espacio, a factores de orden histórico y sociológico que no pueden ser desconocidos. La democracia que nos interesa aproximar no es un concepto abstracto y unívoco (si eso fuera posible), sino una democracia referida y matizada por estos factores de la realidad actual.

Para el efecto, conviene organizar la presente reflexión concentrando inicialmente y primordialmente el interés en los alcances conceptuales básicos de la democracia, ilustrando otras figuras conexas con la misma; señalando algunas reelaboraciones teóricas que en la actualidad lideran las orientaciones doctrinarias más significativas y novedosas (v.gr. poliarquía o calidad de la democracia), apenas destacando la necesidad de identificar indicadores de cumplimiento y métodos de estudio más complejos; y finalmente, relevando las más significativas lecciones aprendidas en este campo y cómo se relaciona esto con el tema de la participación ciudadana.

Interesa en todo caso, subrayar que el objetivo de este esfuerzo no es una teorización contemplativa, sino la intención de contar con instrumentos que lleguen “hasta el alma” de eventuales políticas públicas en materia de consolidación democrática o en programas de acción de organizaciones de la sociedad civil que en diversas esferas propugnan por este objetivo.


Aspectos conceptuales: la democracia como noción compleja y polisémica.

Como se dijo antes, esta reflexión no tiene la pretensión de ser una completa relación sobre el estado de la discusión académica en torno al concepto de la democracia; aunque tal vez sí pueda presentar algunos de los más relevantes temas y aspectos que se debaten en este amplio y rico terreno de la reflexión doctrinaria.

En torno al concepto de democracia: muchos y diversos sentidos. ¿Democracia con apellidos?

Además de la precisión hecha anteriormente en el sentido de que la democracia de hoy es distinta de la vivida en la Grecia antigua, o incluso de la perfilada por los sabios del liberalismo clásico o del enciclopedismo ilustrado, lo cierto es que a nivel doctrinario se ha llegado a un nivel de elaboración, diversificación y sofisticación que en ciertos momentos puede hacer que los analistas entren en complejas polémicas conceptuales cuando en realidad están hablando de lo mismo, o peor aun, que usen palabras comunes para referirse a temas o cosas que no son ni comparables, ni siquiera compatibles. Hoy en día las frases retóricas como que la democracia en el “gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo” ya no tiene el mismo significado básico y efectista que tuvo en algún otro momento.

Democracia es un concepto polisémico y complejo que involucra muchos factores. En efecto, sus raíces etimológicas griegas nos remiten a las palabras “demos” (pueblo) y “kratos” que significa gobierno, pero la doctrina siempre nos alerta sobre las diferencias históricas y sociológicas que apuntamos antes, por lo que pueblo hoy en día no es ni cuantitativa ni cualitativamente lo que era en el tiempo de los griegos. Es DAHL, uno de los grandes teóricos de la democracia el que nos libera de cualquier tentación a entender esto de manera intuitiva, cuando afirma que “como el fuego, la pintura o la escritura, la democracia parece haber sido inventada más de una vez, y en más de un lugar. Después de todo, si las condiciones fueron favorables para la invención de la democracia en un tiempo y lugares concretos….¿pueden haber existido parecidas condiciones favorables en alguna otra parte?...”

Hacia el final de la larga etapa de la supremacía romana y la vigencia del feudalismo, son las cartas de derechos y más adelante, el constitucionalismo moderno lo que permite un renacer de la noción democrática. Por supuesto, el énfasis se pone entonces en componentes nuevos como las limitaciones para los detentadores del poder y la voluntad soberana de los que ahora componen el pueblo, bajo el supuesto de que la igualdad entre ellos es un factor esencial y atributo permanente de la nueva realidad social y política que se estaba construyendo. Falta por supuesto, mucho tiempo para llegar a la plenitud de la ciudadanía con el reconocimiento de los derechos de las mujeres a la participación en la vida política o la integración de los extranjeros a la misma. Esto lleva sin embargo, al hecho de que entonces las reglas con las que funciona la democracia, lleguen a tener un papel determinante junto con los valores que la ideología emergente (liberalismo) necesitaba puntualizar:
Libertad
Igualdad
Tolerancia
Pluralismo

En general, los valores que le dan contenido a lo que en la actualidad conocemos como Derechos civiles y políticos; en otras palabras, desde ya estamos hablando de temas relacionados con derechos humanos y la democracia es entonces, una noción fundacional dentro de toda esta fragua ideológica. De aquí, que los factores de la representatividad y la mecánica formal de la legitimidad de elección de los representantes, comenzaran a adquirir una relevancia inusitada, al punto de que en la actualidad en un sector mayoritario del imaginario popular prevalece la idea de que democracia (representativa) es sinónimo de elecciones libres, justas, periódicas, limpias y competidas.

El problema se torna más complicado cuando en el transcurso del pasado siglo comienzan a abrirse paso nociones complementarias o alternativas como participación política y participación ciudadana, que introducen entonces la distinción entre el perfil representativo y el perfil participativo de la democracia.

Una de las discusiones recientes más interesantes que se han planteado en esta esfera, se recogen en el proceso de aprobación de la Carta Democrática Interamericana, donde un gobierno pugnaba porque esta Carta tuviera énfasis en el factor participativo, otros que lo rechazaban alegando la tradición representativa de los regímenes políticos americanos y otros con postura intermedia, cuya tesis finalmente prevaleció, que veían en la discusión una falsa dicotomía e incidieron para que el texto recogiera como solución de compromiso una postura ecléctica sobre el punto.

Antes, otros acontecimientos históricos como el advenimiento de un sistema político socialista, habían llevado a complejizar el problema, pues entonces contábamos con nociones antagónicas, pero a la vez difuminadas conceptualmente como democracias capitalistas y democracias populares o socialistas. La interrelación temática que supone la construcción de un mundo complejo y multidisciplinario como el actual, condujo también a la distinción entre democracia formal, democracia política, democracia electoral, democracia social y hasta democracia económica. Aquí entramos ya al mundo de la especificidad académica (Derecho, Sociología, Ciencia Política) altamente seducido por la recurrencia al metalenguaje y a las nociones codificadas que, aunque geniales en algunos casos, sólo pueden entender los especialistas.

Aspectos conexos con la democracia.

Para hacer el tema más complicado aún, no se puede desconocer que en torno a la democracia existen en la actualidad otras nociones esenciales para la Filosofía del Derecho, la Teoría del Estado u otras Ciencias Sociales: Estado y en particular el Estado de Derecho; la ciudadanía y toda la discusión actual sobre sus alcances; la gobernabilidad (democrática) y la democratización.

Todos estos factores, son claves para la comprensión de la democracia como régimen político, pero a la vez nos difuminan y complejizan conceptualmente todavía más a la democracia, como noción teórica. Así, entre decir que la democracia simplemente es el gobierno del pueblo y su relación con todos estos otros componentes, hay un mar de matices que nos alejan de tener una respuesta sencilla a la sencilla pregunta: ¿qué es la democracia?

Un régimen en el que los ciudadanos sean excluidos o decidan autoexcluirse, es sin duda deficitario en cuanto a su posible consideración como democracia. La relación no tiene que ver exclusivamente con el factor de la participación, pues de suyo también habrá déficit de control ciudadano sobre los “productos gubernamentales”.

Durante la época moderna (históricamente hablando) se gestaron el resurgimiento de la democracia como categoría política y los antecedentes para la aparición de la primera generación de derechos humanos, los civiles y políticos. La Corte Interamericana de Derechos Humanos en la Opinión Consultiva OC 13/93 (y en pronunciamientos posteriores ha seguido esta orientación) ha destacado: “…. el concepto de derechos y libertades y, por ende, el de sus garantías (según el Pacto de San José) es inseparable del sistema de valores y principios que lo inspira. Dentro de tales valores y principios aparece que “la democracia representativa es determinante en todo el sistema del que la Convención forma parte”. Ha señalado también la Corte que “el principio de la legalidad, las instituciones democráticas y el estado de derecho son inseparables y que en una sociedad democrática los derechos y libertades inherentes a la persona, sus garantías y el estado de derecho constituyen una tríada, cada uno de cuyos componentes se define, completa y adquiere sentido en función de los otros”).

No nos interesa una gobernabilidad cualquiera (muchos regímenes autoritarios son altamente “gobernables”, desde la perspectiva mecánica de su funcionamiento); lo importante es que se trate de una gobernabilidad democrática. Pero la gobernabilidad democrática no es sólo la capacidad de los grupos de moverse dentro de determinadas reglas del juego, sin amenazas de ruptura – salvo las meramente retóricas – que siembren incertidumbre en el conjunto de la sociedad; también debe haber respuestas a las demandas que contemplen los intereses y el peso de los diferentes actores, por lo que será difícilmente gobernable un régimen que presente situaciones de exclusión política y social de alguno de esos grupos.

* Otros aspectos conexos

Aquí la variedad, la profusión y la creatividad son muy grandes, por lo que aquí interesará dejar clarificada la idea de que hay otros temas conexos con la democracia que responden a los más variados orígenes y perspectivas. Entre estos, destacan:

El factor confianza: los estudios de PUTNAM en el norte de Italia lo llevaron a postular que hay un círculo virtuoso, llamado por él “capital social”, expresado en la confianza, las normas de reciprocidad, las redes de involucramiento cívico y las asociaciones voluntarias. Para él los ciudadanos se involucran buenamente en los asuntos públicos (de manera no clientelista) pues confían en que los demás actuarán de manera justa y apegada a la ley; los líderes son relativamente honestos, creen en el gobierno y están dispuestos a llegar a acuerdos con sus adversarios, y así, la comunidad valora la solidaridad, el compromiso cívico, la cooperación y la honestidad.

La construcción de sociedades “decentes”: según MARGALIT, son aquellas “…cuyas instituciones no humillan a las personas”. Así, la humillación es un tipo de conducta o condición que constituye una buena razón para que una persona considere que se le ha faltado al respeto; por lo tanto, la sociedad es decente si sus instituciones no actúan de manera que las personas sujetas a su autoridad crean tener razones para sentirse humilladas.

Centralidad de la poliarquía: en sentido amplio, la poliarquía es “el gobierno de todos”. Para DAHL, este es un término que se distingue del de democracia en abstracto, por ser un régimen político en el que las instituciones públicas garantizan y protegen que:
Las decisiones de gobierno sean adoptadas por representantes electos por la ciudadanía.
Las elecciones sean libre y limpias
Los representantes políticos sean electos y removidos por medio de elecciones periódicas
Casi todos los adultos tengan derecho a ser elegibles a cargos públicos
Las personas pueden ejercer la libertad de expresión
Las personas pueden ejercer el derecho a la libre organización
Las personas pueden ejercer el derecho a la información

Calidad de la democracia: ¿qué es lo que realmente importa?

Por calidad de la democracia se entiende el grado en que, dentro de un régimen democrático, una convivencia política se acerca a las aspiraciones de su ciudadanía. Este sencillo postulado tiene una importancia capital para toda la reflexión que hemos emprendido.

Eso se explica al profundizar en su utilidad como concepto: es la mayor o menor capacidad de la ciudadanía para desarrollar prácticas democráticas en la gestión de los asuntos públicos. Esto permite adentrarse en la comprensión de la democracia no solo como un conjunto institucional, sino como vida política, es decir, como experiencia ciudadana en diversos ámbitos de la convivencia política. Como ningún ciudadano (a) experimenta “en promedio” la democracia, la perspectiva de la calidad democrática permite distinguir dentro de un mismo régimen, sus fortalezas y debilidades – sus buenas y malas prácticas -; las áreas en las cuales las prácticas políticas se acercan a las aspiraciones democráticas de la ciudadanía, o bien aquellas en donde existe un creciente divorcio por predominar prácticas clientelistas, autoritarias o la debilidad en los mecanismos de escrutinio público y rendición de cuentas.

La perspectiva económica y social

Aunque estas elaboraciones enfatizan en el sentido de la democracia como régimen político, no es posible ni consecuente desconocer que este tiene su desempeño (mejor o peor) en el marco de situaciones estructurales que tienen que ver con lo económico y lo social. Esta relación de necesidad es congruente con la idea de que los diferentes tipos de derechos humanos que la doctrina reconoce (civiles y políticos; económicos, sociales y culturales y derechos de la solidaridad o los que algunos llaman de la solidaridad), coexisten e interactúan, enfatizando su carácter correlativo e interdependiente

Midiendo la calidad democrática: experiencias concretas.

Aunque por razones de espacio va a ser imposible analizar en detalle el rico proceso metodológico que llevó a la concepción y ejecución de dos experiencias concretas de medición, una de dimensión centroamericana y orientada a formular un Sistema de Indicadores de Gobernabilidad Jurídica e Institucional (ORDÓÑEZ Y ROSALES) y la otra específicamente costarricense, la Auditoria Ciudadana sobre la Calidad de la Democracia (PROYECTO ESTADO DE LA NACION, 1998), lo importante es que tales ejercicios son rigurosos, posibles y arrojan valiosísima información para el estudio y eventual incidencia de los actores políticos y sociales en temas asociados directamente con la democracia, la democratización y la consolidación democrática.

El primero de estos dos ejercicios (¿Democracia sin reglas?....) es un esfuerzo muy riguroso que aunque partiendo de la intención de obtener información sobre las debilidades del sistema, tiene la virtud de ser exhaustivo en la identificación de variables, indicadores, índices, ponderaciones, etc. En otras palabras, instrumentos, perfectibles tal vez, pero herramientas útiles para llegar a identificar y medir la realidad política centroamericana.

Específicamente, en el caso de la Auditoría Ciudadana sobre la Calidad de la Democracia se destacan dos premisas que no pueden pasar por alto:

Los ciudadanos no evalúan la democracia como totalidad, sino que se concentran en aspectos particulares del régimen; con lo cuál, de cierta manera la calidad de la democracia no es un atributo general del régimen como tal, sino efecto acumulado del desempeño de las instituciones y las interacciones de los ciudadanos en frentes múltiples.

Un buen recuento del descontento ciudadano ayuda a abordar la realidad política, pero con ello difícilmente se puede llegar a la calidad de la democracia. Por eso hay que “recodificar” este descontento y convertirlo en enunciados medibles que se expresen de manera positiva (en Costa Rica la salida fue llamarles aspiraciones de calidad democrática)

Y esto se complementa con una rica e interesante metáfora: la poliarquía es un punto de partida para llegar a la calidad de la democracia, pero no la contiene en toda su extensión. Igual que en la música, dice Jorge VARGAS donde la partitura es el guión de lo que se ha de tocar, la poliarquía establece un conjunto de reglas para los actores políticos; mediante la ejecución, en un concierto, la música codificada cobra vida, pues bien: es mediante la calidad de la democracia que la poliarquía cobra vida. Y como no es lo mismo que una partitura sea ejecutada por la Orquesta Sinfónica de Londres o la de Costa Rica, entonces, la calidad de la democracia debe ser estudiada según la realidad y vivencias democráticas de cada país (pues no es lo mismo la realidad democrática suiza que la realidad democrática de Chile, de Francia, de China o de Suiza).

Hay numerosas referencias doctrinarias a lo que podrían ser consideradas como parte de estas condiciones mínimas para la existencia de un régimen político democrático. Como fundamentales – aunque tal vez no suficientes – define DAHL las condiciones para que se dé la democracia entre un gran número de habitantes, en las oportunidades de: a) Formular preferencias; b) Manifestar preferencias y; c) Recibir igualdad de trato por parte del gobierno en la ponderación de las preferencias. Estas son básicamente los derechos, libertades y garantías que conocemos como derechos civiles y políticos.

Algunos puntos álgidos

Lecciones aprendidas generales

1 – La democracia no es consustancial al ser humano; es un invento, una construcción, un producto cultural. No se puede comprar, ni imitar, ni imponer. Lo importante es que la sociedad la conozca, y aun mejor: la viva.

2 - Robert DAHL afirma que la democracia ofrece oportunidades para:
La participación efectiva
La igualdad del voto
Alcanzar una comprensión ilustrada de parte de los participantes en el proceso político
el ejercicio del control de la agenda democrática
Inclusión de los adultos habitantes en el ejercicio de la ciudadanía

3 - Por lo demás, a pesar de sus imperfecciones, es un régimen más beneficioso que cualquiera alternativo, pues:
Evita el gobierno autocrático
Garantiza los derechos fundamentales de los habitantes
Asegura mayor ámbito de libertad
Ayuda a las personas a proteger sus propios intereses fundamentales
Ofrece oportunidades máximas para el ejercicio de la libre autodeterminación
Proporciona oportunidad máxima para el ejercicio de la responsabilidad moral
Promueve el desarrollo humano de manera más plena que cualquier opción alternativa
Fomenta un alto grado de igualdad política
Las democracias modernas no se hacen la guerra entre sí
Los países con gobiernos democráticos tienden a ser más prósperos que los países con gobiernos no democráticos

4 - Democracia: una definición por sí sola, tal vez no sirva para nada. Las mediciones o aplicaciones que deriven de ella sí pueden tener utilidad para el mejoramiento de nuestras democracias. Este es un punto en que deben darse la combinación de los esfuerzos académicos con los metodológicos y empíricos, para luego aportar a la sociedad civil y a la institucionalidad pública, instrumentos para ayudar a perfilar mejor esas democracia, aunque sea como régimen político, y de ahí a articular todas otras las posibilidades como las relacionadas con lo económico y social.

5 – Lo clave de todo esto es apuntalar las posibilidades de incidencia: v.gr. reclamo por mejorías en la calidad democrática, por la generación de políticas públicas, formas de mejorar el acceso a la justicia, lograr mayor integración y menos exclusión de alguna parte del conglomerado social.

6 – Las reflexiones e iniciativas arriba apuntadas demuestran que el estudio de los atributos políticos de la democracia están en un buen punto de desarrollo. Por el contrario, uno de los retos pendientes – acaso para el siglo XXI - es estudiar e incidir también en los atributos sociales de la democracia.

Algunos hallazgos relevantes del ejercicio de auditoría ciudadana costarricense

1 - Los regímenes políticos no se valoran como una masa unitaria y homogénea: la democracia no se entiende en bloque, sino como aproximación modular a diversas esferas de análisis.

2 - Imagen: la calidad de la democracia en Costa Rica es como una pintura (inconclusa) de su variada geografía: hay valles, hondonadas, picos altos, zonas poco exploradas y hasta los llamados “territorios en disputa” En algunas áreas la calidad es alta, en otras es intermedia y en otras deficitaria.

3 – Como toda pintura, es un proceso. Como pintura inconclusa que es, se encuentra en construcción. Un mal trazo incide sobre su calidad.

4 - Potencialidad para la generación de políticas públicas o demandas sociales sustentadas por la sociedad civil organizada, en materia de derechos humanos y democracia.

Los esfuerzos de medición pueden ser mejores o peores, más o menos claros, más o menos accesibles para la sociedad o para la institucionalidad pública (que paradójicamente no se interesa por esto de manera estratégica). Lo que si es claro es que hacerlos, es posible. Es un instrumento de gran utilidad tanto para la sociedad civil como para la institucionalidad pública.

El tema de la participación ciudadana dentro de este contexto. Reflexiones finales

Sin dejar de considerar el hecho de que la palabra participación, igual que la noción democracia han devenido conceptos complejos y polisémicos, matizados por calificativos adicionales (así hablamos de participación a secas, participación ciudadana, participación política, participación electoral, participación social, participación comunitaria, etc), lo cierto es que según su definición más primaria, se trata de la “incorporación dinámica del pueblo a la vida social, económica y política de un país, que asegure que quien recibe los servicios participe en las decisiones que tienen que ver con el bienestar colectivo o el bien común” (Congreso Mundial de hábitat 70 Canadá).

Pues bien, el capítulo 11 de la susodicha Auditoria Ciudadana sobre la calidad de la democracia en Costa Rica, señala tres aspectos que es necesario destacar aquí:

Primero: la idea de que las aspiraciones o guías para evaluar el tema de la participación ciudadana en las políticas públicas, son:
La ciudadanía dispone de medios abiertos y eficaces de participación en las políticas públicas de mayor relevancia para la sociedad.
La ciudadanía exige la rendición de cuentas a las autoridades de gobierno, los diputados, los funcionarios en cargos de confianza y los servidores públicos por medios diversos y eficaces, y sin menoscabo de sus derechos y su dignidad.
La ciudadanía hace uso efectivo de las oportunidades para participar en las decisiones referentes a los asuntos de interés público.

Segundo: la participación – en sentido amplio - está presente en todas las actividades de la convivencia democrática pues su realización supone el ejercicio de un derecho ciudadano básico, que se manifiesta en acciones individuales o colectivas, ejercidas a través de canales institucionales, espontáneos o informales, esta puede ser de naturaleza local o nacional y puede materializarse en la expresión de una simple opinión o bien concretarse en la ejecución o la oposición a una política pública.
Y finalmente:
Tercero: aunque en Costa Rica el derecho ciudadano a participar en los asuntos públicos se encuentra recogido en varios artículos de nuestra constitución (al menos, asociación, 25; reunión, 26; petición, 27; libertad de expresión, 29 y sufragio, 93), lo cierto es que el deber ciudadano de participar en los asuntos públicos es un ámbito relativamente poco desarrollado en la práctica.

Estas puntualizaciones son muy importantes pues nos aclaran de manera meridiana que cuando hablamos de participación ciudadana no se trata solo de un tema fáctico, sino fundamentalmente de algo relacionado con el ejercicio de derechos. Derechos estos, íntimamente asociados con la vivencia de a democracia y de los derechos de la dignidad humana.

En esta etapa de la historia de la humanidad, y del desarrollo de la reflexión sobre el papel de los derechos humanos para nuestro desempeño integral como ciudadanos globales, tal vez entender los alcances de la participación ciudadana y la calidad de la democracia se parezcan al amor o a la felicidad.. …no importa como se definan, lo importante es como se viven. Esta es una licencia que me tomo al amparo de la realidad de que la reflexión doctrinaria (y acaso, lo es también la vida de los pueblos) es un espacio interdisciplinario donde cabemos abogados, educadores, politólogos, periodistas, trabajadores sociales, pero sobre todo, seres humanos con derecho a una vida plena y digna, y altamente marcados por la aspiración de vivir en democracia ejerciendo la participación ciudadana. Esa democracia que algunas veces, y en cierto tipo de esferas, sentimos que nos falta….

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